martes, 10 de julio de 2007

El espejo caricaturesco de la Uader

Gustavo Lambruschini

..."Provincia no siguieran siendo “los primos pobres de la universidad”. El Prof. Fariña desde la Dirección de Enseñanza Superior articuló exitosamente los Terciarios con la UNER; y ya antes la Prof. Martha Zamarripa desde la misma Dirección instituyó, rechazando un bochornoso y caricaturesco reglamento vigente, concursos públicos de antecedentes y oposición, tal como se hacen en todas las universidades públicas; concursos éstos que ahora algunos, como antes, quieren evitar, negando el principio de la igualdad ante la ley e invocando, en cambio, fueros especiales y privilegios feudales, a los que caprichosamente llaman “derechos adquiridos" ...

Nota El Diario

1 comentario:

Anónimo dijo...

CARTA ABIERTA A GUSTAVO LAMBRUSCHINI



Estimado Gustavo:



He leído azorada tus declaraciones en el Nº 759 de la revista Análisis y escuchado con gran asombro tu intervención en el programa “Entrevista” de Canal 11 el 6 del corriente.



Esto, que movilizó mi memoria - y sin duda la de muchos compañeros docentes, colegas tuyos en la UADER a los que menosprecias llamándolos “pobres (¿ignorantes?) docentes”- me lleva a escribirte esta necesariamente extensa carta.



Recordé así que a comienzos del 2002 fuiste uno de los 120 docentes de la UADER que, con el patrocinio de AGMER, promovieron acciones legales contra la convocatoria a concursos ordinarios realizada en esa época, acciones que merecieron un pronunciamiento favorable de la justicia. Y recordé también que entre las pruebas documentales presentadas en dicho juicio se incluyó el dictamen del jurado (jurado externo de reconocido prestigio) que intervino en el concurso público y abierto de antecedentes y oposición mediante el cual accediste a la titularidad en el ex Instituto de Ciencias Sociales posteriormente transferido a la UADER.



Supongo que no te guió entonces el interés mezquino de defender “privilegios feudales” sino la convicción, que manifestabas a viva voz, de que te asistían DERECHOS fundados en la legitimación académica obtenida al haber ganado un concurso de características similares a los de las universidades nacionales. Derechos que considerabas conculcados por un gobierno que avasalló ricas historias institucionales, identidades y espacios obtenidos legítimamente mediante concurso.



Por eso sorprende escucharte decir ahora que “los derechos adquiridos (de los docentes transferidos) son privilegios feudales”. O leer que (el Reglamento de concursos para dichos docentes aprobado por el Consejo Superior Provisorio de la Uader) “se basa en la creencia de que la posesión da derecho”. Otras eran tus creencias en épocas no tan lejanas...



Espero que no hayas olvidado también que en el 2001 participaste activamente en la lucha del claustro y del gremio docente en demanda de la implementación de concursos para frenar los cientos de designaciones a “dedo” de docentes en la Uader. Paradójicamente, algunos de los profesores beneficiarios de esas si, situaciones de privilegio (¿feudal?) lideran hoy el reclamo de concursos abiertos para todos, así como otros que en la UNER accedieron por resolución (como la Nº 252/05 de la FCE) a la condición de ordinarios y con ello a la ciudadanía universitaria.



Y en este tren de apelar a la memoria, vale recordar finalmente que en febrero de 2002 integraste la delegación de AGMER que se entrevistó con la entonces Ministra de Educación de la Nación, Graciela Giannetassio. Fue un hecho sumamente importante porque dió lugar al dictado de la célebre Resolución Ministerial Nº 19/02 que avaló nuestro reclamo de normalización y democratización de la Uader, concretizado posteriormente con la conformación de órganos de co-gobierno provisorios con representantes electos de todos los claustros. Y vos fuiste elegido como Consejero Superior integrando la lista “Participación y Pluralismo” que ganó ampliamente los comicios en la Facultad de Humanidades y cuya plataforma sostenía, precisamente, la defensa de los derechos de los profesores transferidos.



Considero imprescindible rescatar estos hechos del período fundacional de la UADER porque muchos de los que recién hablan hoy de su normalización parecen ignorar las luchas que desde el claustro y el gremio docente dimos (y en las que vos participaste) para que esta universidad no fuera “una excepción dentro de las universidades públicas”.



Cada universidad, como toda institución social, es el producto de una historia particular. Por eso comparto la opinión de Burton Clark acerca de que “el cambio académico comienza necesariamente con la comprensión de cómo las estructuras existentes condicionan los cambios posteriores“ (El sistema de educación superior. Méjico, 1992). Y para una comprensión abarcadora de esa realidad no se puede perder de vista la perspectiva de los actores involucrados. Por todo esto, los Estatutos y reglamentos universitarios no deben ajustarse mecánicamente a una “Ley Superior” sino que deben dar cuenta, necesariamente, de la historia, actores y contextos en que los mismos se producen.



Y justamente es la conflictiva historia de cómo se gestó la UADER la que explica la sanción de los concursos de evaluación del desempeño docente para los profesores transferidos, régimen largamente debatido y consensuado en numerosas reuniones y asambleas docentes realizadas desde el año pasado. Y quizás por no haber participado en esos debates, hablás de “concursos truchos”, utilizando el discurso descalificador de un sector del claustro estudiantil cuya discriminatoria propuesta concursal evidentemente desconocés.



Esos “concursos truchos” se basan en los diversos regímenes concursales (Reválida, Evaluación del desempeño docente, Concursos de renovación, etc.) aplicados en las universidades nacionales para evaluar a los profesores que ya ingresaron a la carrera docente mediante concursos públicos y abiertos de antecedentes y oposición, tal como fue tu caso y el de muchos docentes transferidos que se desempeñan en la UADER.



Respecto de la reválida en la UNER, resulta sorprendente tu apreciación de la misma como una “corrupción de los concursos”. En primer lugar, porque según afirmaste acabás de rendir tu reválida. ¿No debería entenderse entonces que al concursar libre y voluntariamente convalidaste esa “corrupción”? ¿No sería ésta una incoherencia ética?.



En segundo lugar, tu valoración es sorprendente porque la reválida (como otros regímenes similares) ha permitido avanzar hacia un sistema de carrera docente basado en la evaluación periódica de la tarea desempeñada. Y vos que estuviste en universidades extranjeras, debés saber que es el sistema habitual en muchos países como España, Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia. En esas universidades extranjeras se resguarda así la permanencia en los cargos de los docentes e investigadores experimentados (la masa crítica) cuya formación lleva años.



Para los que mencionan tanto la Reforma del 18, sin haber leído más que el Manifiesto liminar, sería aconsejable recomendar la consulta de la “Reforma Universitaria” (Compilación y notas de Gabriel del Mazo en tres volúmenes de 500 páginas cada uno). Se sorprenderían al enterarse de que en el Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios de 1932 se hablaba ya de sistema de “carrera docente”. Rescatemos pues el ideario de la Reforma, pero integralmente y apliquémoslo sin dogmatismos, contextualizándolo en la universidad del presente.



Como vos, fui jurado externo en concursos realizados en universidades nacionales. Por eso comparto plenamente los cuestionamientos sobre el valor de la clase pública como herramienta de evaluación de las aptitudes docentes y más aún como elemento determinante de la permanencia o no en un cargo. Por el contrario, rescato en la reválida el indudable valor de la entrevista en la que el concursante, en interacción con el jurado, puede fundamentar epistemológicamente su propuesta académica y justificar los métodos de enseñanza-aprendizaje utilizados. Es esa y no una clase ficticia de 40/60 minutos, sujeta a circunstancias impredecibles, la instancia de real validación en un concurso y que puede ser incluso una instancia de aprendizaje para el concursante.



Hay otra cuestión central que no se puede ignorar y que quizás explique tu “incómoda” posición de crítica a la reválida mientras la aceptas en los hechos cuando te toca el turno. Y es que este sistema permite conciliar las exigencias académicas con el derecho básico a la estabilidad de los trabajadores reconocido universalmente. En este sentido, supongo que no objetarás el concepto de que el docente universitario es un trabajador más que opera en el campo de la creación, transmisión y aplicación de conocimientos.



Finalmente, por lo que te escuché decir, creo que hay un punto en el que coincidimos: el rechazo de la afirmación reduccionista o pensamiento mágico relativo a que la excelencia académica pasa por los concursos abiertos. Sabemos bien que esa excelencia sólo es posible cuando existen recursos y condiciones adecuadas para enseñar, investigar, hacer extensión y para aprender. Y por sus graves carencias en infraestructura, libros, laboratorios, equipamiento, becas, así como la falta de un régimen laboral de cargos y dedicaciones docentes, esas condiciones son casi inexistentes en la UADER y deficitarias en muchas facultades argentinas.



Pude comprobar personalmente que significa haberse formado en una universidad de alto nivel de excelencia cuando cursé estudios de posgrado en la Sorbona (institución meritocrática si las hay) y en la universidad de Dijon. Allí, mis compañeros de estudio franceses se sorprendían al constatar que, proveniendo de una universidad del confin austral, yo manejara bibliografía recomendada en clase que ellos no conocían. Se trataba de libros que estaban a la disposición de todos los estudiantes en la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán en la que me formé.



Creo que hay otro punto en el que podríamos coincidir. Y es que en lugar de este conflicto incomprensible (si se ignoran los intereses políticos, motivaciones y ambiciones personales que lo han originado), hubiera sido mejor instalar un amplio debate sobre la crisis de sentido que afecta a la UADER y a la universidad argentina en general y dar una disputa de contenido realmente progresista para intentar revertir su decadencia institucional.



Cordialmente.



Blanca Benavidez



Paraná, 10 de julio de 2007.

Los estudiantes exigimos nulidad de esta votación vergonzosa e ilegitima: